sábado, 19 de mayo de 2012

La educación se conquista con la lucha de los trabajadores y sin burocracia

El populismo es una enfermedad política que nace y se desarrolla en un ambiente en donde la falta de propuestas concretas es casi nula. Nace por una razón sencilla: la falta de credibilidad (muchas veces impuesta por los grupos dominantes) de las instituciones hace que los sujetos que busquen el poder situándose en tan malmirados espacios, generen, para lograr tal objetivo, la configuración de un discurso que en la práctica no responda a un programa en concreto, sino que a la apelación de recursos retóricos tendientes a sacrificar el contenido teórico de lo que se expresa. Es decir, la utilización de conceptos que no se logran comprender a cabalidad, o que aun comprendiéndose buscan generar una reacción de “encanto” (entiéndase este concepto por “engaño” o “persuasión”) para lograr los fines políticos que un individuo o agrupación desea obtener a costa de la utilización de los espacios de representación.

El populismo también necesita de otro elemento específico para poder desarrollarse, que sería “el entorno” en el cual se plantean estos discursos embellecidos por palabras al viento, que pueden ser de dos tipos. El primer grado de populismo se desarrolla en una sociedad en la que los participantes de ésta carecen de una conciencia política que los incentive a participar en instancias de elecciones de representantes, producto principalmente del exacerbado individualismo (derivadas de causas difíciles de plantear en estas líneas). Lo importante es que en este ambiente el populismo logra atraer a la masa utilizando todos los recursos y mímesis disponibles para llevar a cabo el objetivo único: “el poder por el poder”. En algunos casos  muestra una faceta mesiánica, en otras puede ser “integradora” (llamando a las grandes mayorías) y en otras puede apelar a una lógica empresarial y neoliberal, haciendo un estudio de mercado en cuanto a las preferencias políticas de la masa, adaptando un discurso que pueda generar impacto de acuerdo al pensamiento mayoritario, radicalizándolo para venderlo de mejor manera y así obtener las ganancias políticas que tanto anhelan.

El populismo, cuando apela a un discurso centrado en la “ideología”, sin siquiera haber participado en su construcción política ni mucho menos teórica, es que redunda en fallas conceptuales que son fáciles de distinguir, que saltan a la vista al igual que sus básicos pero ambiciosos proyectos megalómanos de fama efímera. Si nos centramos en analizar la frase referida al principio comprenderemos lo maravilloso pero débil que resulta ser un discurso cuando solamente se utilizan palabras bonitas.

En primer lugar, y que se supone que es el principal argumento del contenido de esta frase, es la eliminación de lo que ellos llaman “burocracia”, apelando a un sentido etimológico y despectivo de la palabra (el poder que otorga la silla o el cargo). Pero la debilidad teórica no está en esta propuesta acerca de lo que para ellos significa el concepto, sino que el contrasentido de la frase proviene de los dos elementos que la anteceden. La frase indica que el objetivo político se logra mediante la “lucha” de los “trabajadores”, siendo la burocracia el principal obstáculo para impedir que estos cambios se realicen.

Todo discurso se genera a partir de una “experiencia” que sitúa a los individuos dentro de una organización que va adquiriendo elementos simbólicos que le permiten contraponerse a un discurso dominante. Así tampoco no es mi intención hablar acerca de las estrategias que se deberían adoptar para lograr los objetivos políticos de una organización y cómo es que esas estrategias se interrelaciona con el discurso adoptado por la misma organización, ya que asumo que los que hicieron este panfleto deben conocer a la perfección, mucho mejor que yo, los “modos políticos” en los que los trabajadores van generando su programa de reivindicación y junto con ello un discurso que permita el mantenimiento de la organización. Pero la construcción discursiva no es la estrategia para llegar a los objetivos, sino que es el paso intermedio entre las transformaciones organizativas. Por lo tanto, la “lucha” a la que se apela en esta frase no es más que la estrategia que deberían adoptar los “trabajadores” para lograr alcanzar sus objetivos políticos mediante la participación en una organizacion determinada. Pero al creer que sin la “burocracia” los trabajadores, mediante la lucha (sin estrategia política), conquistarán una educación gratuita, hace que el argumento se desplome por falta de conocimientos teóricos al momento de plantear la solución al problema de fondo (conquistar la educación gratuita) por un motivo bastante sencillo por lo demás. Si la burocracia es entendida como el “poder” que se le da a cualquier organización para llevar a cabo sus estrategias políticas, la supresión de esta cualidad anularía de cuajo toda posibilidad de transformación política dentro de las organizaciones, puesto que éstas se constituyen por representantes que adquieren poder por el “cargo” que poseen, siendo su principal objetivo llevar a cabo las reivindicaciones de cualquier tipo planteadas por la masa a la que representan, por lo tanto la organización sin nadie que la presida no se constituye como tal, así como también se mantendría en una marginalidad en donde difícilmente podrían conseguir los objetivos que se propusieran como "clase".

La educación es una de las tantas instituciones burócratas que el aparato estatal ha mantenido a lo largo del tiempo para reproducir un discurso, la que no puede eliminar solamente con la “lucha” acéfala de los trabajadores, sino más bien con la inserción de éstos dentro de un sistema de dominación, que deriva, principalmente, en su inserción dentro de un sistema de relaciones económicas que da pie para que la organización se constituya, mediante estrategias que apelen a la realidad y no a simbolismos que solo permiten generar un diagnóstico. Por lo tanto, las organizaciones que se construyen durante el proceso de asimilación del sistema de dominación y su posterior contrariedad es lo que permite generar una movilidad de la organización y la generación de un discurso centrado en las transformaciones estructurales del sistema que domina a los trabajadores.

No es posible, por lo tanto, entender la “conquista” de la educación por parte de los trabajadores sin una organización “burocrática” que genere un discurso inconsciente por medio de la experiencia dentro del sistema de dominación. Así mismo, está comprobado que ningún grupo actuando desde la marginalidad del sistema logra generar un discurso centrado en la clase que les permita construir un programa político de reivindicación. Hablar de la destrucción de la burocracia como espacio para el “poder” es caer en la contradicción teórica en cuanto al objetivo político de una organización, sobre todo cuando ésta se plantea transformar una institución que está, o debería estar, sujeta al Estado.

Por ende, la organización política que nazca de los núcleos obreros no tiene que tener como objetivo político algo tan abstracto como el “conquistar la educación gratuita”, sino que debe tener, mediante las estrategias que los insertan dentro del sistema de dominación, un objetivo mayor como es el hacerse con el poder para transformar la institucionalidad aunque esta siga perviviendo. El populismo tiene arranques de locura y de falacia teórica cuando quiere hacerse con el poder participando dentro de la “burocracia” (Estado, sindicato, federación, etc.) sin un programa político que justifique el por qué de participar de la burocracia organizativa si en el discurso se le critica y despotrica.

viernes, 23 de marzo de 2012

Acerca del problema del Estado y su representación

Chile, que hace veintidós años recuperó su democracia, vive una profunda crisis representativa. Los factores que pueden explicar dichos fenómenos son variados, pero principalmente se encuentra la pérdida de identidad como país y el individualismo exacerbado que tiene como consecuencia la falta de organización de los ciudadanos y trabajadores en pos de mejoras que influyan a todos por igual. Esto dos factores llevan inevitablemente a una crisis de partidos políticos en las que se hace difícil poder interpretar las demandas de la gente, y éstas se hacen más esquivas a la participación política, debilitando la organización social y el sistema político en general. Iván fuentes, una vez en Santiago, dijo que había que buscar una legislación social “que influya en la economía de las personas sin afectar a éstas”, lo que revela todavía la capacidad que tienen las organizaciones para ver en el Estado la solución a los problemas que están obligados a enfrentar, precisamente por la carencia de un Estado protector y defensor de las personas.
La distancia entre organizaciones sociales y el Estado permite la aparición de grupos individualistas que se posicionan en el medio, estableciendo un cerco e influyendo, mediante discursos incendiarios, la nula participación, o el derecho de las organizaciones sociales a llevar sus demandas hacia las esferas políticas, impidiendo el derecho histórico de poder legitimar a un grupo de vanguardia que esté cargado de sus emociones y de identidad. Sin embargo, la organización de los obreros y grupos sociales “sin la política incluida” es un fenómeno social que también muchos historiadores sociales tienden a interpretar como un alejamiento “normal” de lo tradicional, para insertar la política dentro de las organizaciones sindicales y poblacionales como única vía posible de organización. Timothy Scully plantea, en cambio, que toda convulsión y radicalización social tiene su fundamento y su causa dentro de los clivajes políticos, y éstos tienen su fundamento en la radicalización de sus posturas, o como se puede observar hoy en día, en la falta de representatividad producto de una ignominia generalizada de partidos dormidos en una democracia obsoleta. Pero ¿Es culpa del Estado, de los mismos partidos políticos o de la gente, el estado actual de las cosas? ¿Quién es el responsable de éste sistema político binominal que nos rige y quienes se benefician con él?
El sistema binominal, creado por Jaime Guzmán, tiene su origen histórico en el sistema político que centralizó el poder económico en pequeñas oligarquías a fines del siglo XIX y comienzos del XX, que fue una de las principales causas del famoso problema de la cuestión social, que llevó a los sectores populares a insertar sus paupérrimos estilos de vida hasta las esferas más altas del sistema político chileno, apelando también a la falta de representatividad, pero con el objetivo claro de que éstos se resolvían desde el aparato estatal y no desde afuera, permitiendo un proceso de formación de partidos políticos obreros, como el Partido Comunista y el Socialista, capaces de generar un programa tendiente a mejorar los problemas de clase vividos en la época, y en constante participación con sindicatos y organizaciones populares.
Es la idea “polibiana” del retorno de la historia lo que me hace retrotraer el tiempo cada vez que veo un suceso. Como enseña la maestra de la vida, las respuestas siempre las puedes encontrar en el pasado, pretérito que muchos nos quieren hacer olvidar, pero que se encuentra ahí, acechándonos con sus narraciones, testimonios y registros.
Pensar en el sistema binominal, por tanto, es remontarse a una época dura socialmente, en la que en el parlamento no se discutían reformas o legislaciones sociales (salvo excepciones como la ley de instrucción primaria o la legislación de habitaciones para obreros), sino que tasas arancelarias que buscaban proteger las arcas fiscales que se desperdiciaban en banquetes eternos y en viajes de placer. Un sistema parlamentario fisurado hace que la fiscalización se corrompa fácilmente, puesto que el cuerpo del Estado está mutilado por fuerzas externas al bien común, que hace que éste se diluya en individualismos y ambiciones corrosivas para el sistema político. El objetivo, tanto del sistema parlamentario en la época oligarca, así como en el sistema creado por Jaime Guzmán tiene varios puntos en común. Primero, ambos, con el fin de evitar la proliferación de personajes “populistas”, capaces de arrastrar grandes masas, como lo fue el derrocado presidente Balmaceda, crearon un sistema que obligaba a los participantes políticos a aunarse a una de las fuerzas o “coaliciones” que estuviesen en funcionamiento, esto para adoptar un programa representativo de dicho sector y no un programa que tuviese como objetivo remover las estructuras del sistema para su transformación. Si bien el Partido Democrático, de origen artesanal, liberal e intelectual, desde fines del siglo XIX tuvo influencia dentro del congreso para promover algunas reformas y proteger algunos de los intereses de los obreros, no logró generar una profunda transformación en el sistema político, porque nunca tuvo el poder, pero sí su influencia política en el norte y la capacidad para incluir dentro de la organización partidista a obreros del salitre y viceversa, tuvo como respuesta la obtención de la presidencia de Arturo Alessandri Palma, en 1925, y junto con ello las legislaciones sociales que durante décadas los obreros habían implorado. Otra de las semejanzas del sistema binominal que nos rige y el creado por el régimen parlamentario en los siglos XIX y XX para mantener el statu quo, es casi obvia, un parlamento que era liderado por una élite económica solo buscaba perpetuar una cosa: el poder económico, algo parecido a lo que vemos hoy en día en el congreso nacional.
El Partido Comunista, hoy en día, no tiene que ejercer el rol del Partido Democrático en el pasado, porque no es el camino a seguir dentro de un sistema político corrompido por las fuerzas económicas neoliberales. Lamentablemente el proceso de transformación no se gesta dentro de un parlamento elitista, ya que solo lo relegará a la posibilidad de enfrentarse en discusiones con aquellos que mantienen el poder económico en este país. Como dije anteriormente, el Partido Democrático logró cambiar las cosas en 1925, cuando el pueblo en masa votó por Alessandri Palma, seguidor de la imagen dejada por Balmaceda, haciendo que muchas de las demandas de los obreros pudiesen al fin ser escuchadas, o en el mejor de los casos, comenzaba un proceso político que insertaría a los trabajadores en los programas políticos partidistas, que tuvo como evolución histórica la conquista del poder en 1970. Pero en todo ese proceso el Partido Democrático no existió, pues había muerto muchas décadas antes de que Alessandri Palma asumiera, solo quedó su legado. Por ende, en términos gramscianos, el Partido Comunista si bien tiene que incidir en todos los ámbitos de la política, tiene que lograr generar un programa que busque la participación de todas las fuerzas sociales dentro de un sistema en que él no participe activamente, sino que se posiciones como el partido de vanguardia capaz de organizar y configurar un sistema político representativo, promoviendo la discusión inclusiva dentro del Estado.
Para entender un sistema político representativo no hay que centrarse en las políticas generadas por la social democracia en Europa, debido a que las crisis económicas han provocado una fisura en la configuración de los programas políticos que solo han demostrado la fragilidad del sistema, y por ende, al igual que en Chile, han generado la falta de representatividad y descontento social. Se puede decir entonces que el sistema social generado por los países europeos era tan frágil como la economía movida por la especulación financiera. Por eso, mi intención es poner de ejemplo el sistema de participación política cubana, que para muchos no es considerado una total democracia debido al rol organizacional que tiene el Partido Comunista cubano, que actúa como un verdadero partido de vanguardia.
El sistema político cubano, para empezar, no se rige por coaliciones políticas. El Partido Comunista no es una organización electoral, por ende ni él, ni ninguno que esté presente dentro de la sociedad puede participar en los comicios públicos, entregando ese rol a los dirigentes sociales y sindicales, para que ellos, en circunscripciones pequeñas, representen a la población con que comparten diariamente. Todos los ciudadanos cubanos tienen derecho a votar y ser elegidos, y como no hay listas de partidos políticos presentes en la elección, se vota por el que desee cada uno de los electores, en base a una cartola que indica la biografía del candidato para que el ciudadano esté informado. “Se elige un diputado por cada 20.000 habitantes, o fracción mayor de 10.000. Todos los territorios municipales están representados en la Asamblea Nacional, y el núcleo base del sistema, la circunscripción electoral, participa activamente en su composición. Cada municipio elige como mínimo dos diputados, y a partir de esa cifra, se eligen proporcionalmente tantos diputados como habitantes existan. El 50 % de los diputados tienen que ser delegados de las circunscripciones electorales, los cuales tienen que vivir en el territorio de la misma”. Así también ningún diputado puede ganar si no es por más del 50% de los votos, en el caso de no ser así, las dos mayorías pasan a una segunda vuelta.
Otro de los elementos destacables del sistema político cubano tiene que ver con la participación electoral, que es universal, automática y gratuita, en donde el 94% de la población en edad para votar (mayores de 16) elige a su representante en el congreso. Esto se debe principalmente a que el sistema da garantías de funcionamiento y de democracia directa, puesto que los diputados tienen que rendir cuenta de todos sus actos y pueden ser fácilmente revocados en cualquier momento de su mandato, sin considerar que el ejercicio parlamentario no es remunerado, puesto que es considerado un servicio público. Todos los cubanos tienen derecho a elegir y ser elegidos, y la revisión de los votos es un acto público, en el que todos pueden asistir, ya sean extranjeros, turistas, ciudadanos, etc. En el día de las elecciones son jóvenes voluntarios quienes son los encargados de velar por la seguridad del proceso. Ni las fuerzas revolucionaras cubanas, ni las milicias velan por éstas, garantizando de mejor forma el orden del proceso.
“Las leyes se someten al voto mayoritario de los Diputados. Lo específico del método cubano es que una ley no se lleva a la discusión del Plenario hasta que, mediante consultas reiteradas a los diputados y teniendo en cuenta las propuestas que han hecho, quede claramente demostrado que existe el consentimiento mayoritario para su discusión y aprobación. La aplicación de este concepto adquiere relevancia mayor cuando se trata de la participación de la población, conjuntamente con los diputados, en el análisis y discusión de asuntos estratégicos. En esas ocasiones el Parlamento se traslada a los centros laborales, estudiantiles y campesinos, haciéndose realidad la democracia directa y participativa”, en la que todos los sectores sociales y laborales tienen el completo derecho a participar, y para que eso se logre el Partido Comunista da las garantías necesarias, puesto que se articula como el ente organizador del mismo. Todas las organizaciones sociales que representen a más de 10.000 ciudadanos tienen acceso a la participación dentro del Congreso, quizás por eso es que los problemas que enfrenta Cuba siempre tienden a ser económicos y no políticos, a pesar de que exista una oposición que busca generar un nuevo sistema que favorezca sus ambiciones individuales más que la participación directa y verdaderamente representativa de aquellos que realmente conforman la nación. Es la razón por la que en Cuba no vemos el descontento de las sociedades occidentales, así como tampoco la represión del Estado, porque el Partido Comunista cubano es el encargado de dar las garantías para que la democracia directa se lleve a cabo de forma ecuánime, absoluta y transparente.
Por lo tanto, el Partido Comunista de Chile, como heredero de las luchas obreras y de la evolución política de los trabajadores, tiene que seguir centrando su programa político en la búsqueda de una nueva constitución, que incluya a todos los actores sociales del país, empoderando a los trabajadores y destruyendo las barreras que conforman el individualismo, que permita la libre participación de todos los ciudadanos dentro de las decisiones del país. El Estado no tiene que desaparecer para lograr la democracia directa o para conseguir una política en donde las resoluciones pasan por las bases de cada organización social y comunal, puesto que él está para velar por ella, así como también el Partido Comunista está capacitado para llevar a cabo la vanguardia política que avale la participación política de todos los integrantes de la sociedad, porque, como dijo Iván fuentes, el Estado es nuestro Padre y “tiene que hacer una política más de hermanos”.

jueves, 26 de enero de 2012

El valor histórico de la memoria.

La historia, como disciplina, se construye mediante la búsqueda sistemática y coherente de elementos pasados que permitan construir un relato que de cuenta de los fenómenos históricos en los que el ser humano, como protagonista de su propio pasado, actuó como un ente consciente de su presente, no así del futuro, ni del pasado en sí mismo. Por ende la disciplina de la historia es una disciplina que tiene como objetivo intrínseco el presente, que de forma veloz se transforma en pasado. Todos los elementos que nos permiten construir un relato que hable acerca del único tiempo que existe son, a la vez, necesarios para la construcción de un pasado en común entre todos los que componemos la sociedad. Esto tiene como denominación común “memoria” histórica. Pero para comprender cuál es verdadera función de la memoria histórica es necesario dar cuenta, de forma somera, cómo es que actúa la memoria entre nosotros, entender sus características y cómo es que por medio de elementos del pasado cada persona es capaz de crear un relato coherente de su vida, de su sociedad, etc.

Los elementos que permiten la construcción de un pasado son muchos y representan “vestigios” de un pasado que ha sobrevivido al paso del tiempo y al olvido. Pero estos objetos no llegan al presente de la misma forma que en el pasado, ya que a medida que va pasando el tiempo éstas se van llenando de historicidad, que no es más que el conjunto de interpretaciones que la van haciendo sobrevivir al paso del tiempo mediante un conjunto de interpretaciones que le da el carácter de testimonio que nos permite construir un relato coherente y lleno de significancia acerca del pasado. Es lo que ocurre con cuadros del renacimiento, con archivos coloniales, con periódicos, etc., pero más contemporáneamente ocurre con la fotografía, que es el mejor elemento con el que las interpretaciones dirigen su mirada hacia un pasado más bien reciente pero totalmente vigente, sobre todo en Chile. En ella interactúan elementos históricos, estilísticos y por sobre todo emocionales, que van haciendo de una representación algo diferente según avanzan las miradas, adquiriendo un valor que no es solamente emocional, sino que también representa un valor histórico, ya que en ella están incrustados los elementos mentales que dieron vida a la representación.

La fotografía es una continua dialéctica entre la vida y la muerte, entre lo que fue, lo que es, pero, por sobre todo lo que “ha sido”, que es el elemento primordial para lograr entender como un elemento llega hasta el presente cargado de historicidad. El ejemplo más claro que se me viene a la mente, y que es interesante abordar, son los retratos de detenidos desaparecidos, que tienen un valor histórico y social dado por todos aquellos que participamos, o que deseamos participar, en la construcción de una memoria social, que dé respuestas a un pasado reciente, y que participe en la formación de un discurso histórico que se contraponga al de una derecha rancia y putrefacta, cuyos elementos históricos, que reafirman su postura, son el olvido (ya sea de sucesos como de elementos que sostienen al pasado) y la utilización de elementos abstractos, que si bien no dejan de ser históricos, no tienen mayor valor que la misma abstracción de la interpretación del pasado, esto es justificar muertes, prisiones y torturas, apelando a un cambio macroeconómico “necesario”, que incluso sirve como justificación en el presente, pero que en el fondo es una mescolanza injustificable para ocultar el odio y el sentimiento de dominio que los embarga.

No es novedad decir que la memoria es un discurso que está en pugna con otros discursos que tratan de dar una explicación totalmente contraria a los hechos del pasado con sus propios elementos, lo que da cuenta, en el hecho, que la historia se construye mediante aquellos elementos “encontrados”, no de la totalidad de los elementos del pasado. En cambio un relato histórico es verídico en tanto que los elementos encontrados permitan darle coherencia y una factibilidad científica al relato que sostiene quien da cuenta del pasado; con la fotografía ocurre el mismo efecto. El retrato de un detenido desaparecido es el testimonio vigente de que alguien, tan cotidiano como nosotros, desapareció en circunstancias que nadie sabe, y que en muchos casos se les dio muerte. Somos todos testigos de aquellos porque logramos identificar al sujeto con solo mirarlo, lo logramos conocer en vida y sabemos que ese sujeto desapareció en circunstancias que no sabemos, logrando, eso sí, mediante la observación, al sentimiento de angustia, de resignación y de dolor de familiares que perdieron a sus seres de forma bestial. La fotografía de un detenido desaparecido es traer el pasado hacia el presente, la contradicción de mostrarnos un presente que ya no existe.

Por medio de estos elementos, de un retrato, de una grabación o de un testimonio, es que la historia va construyendo una narración que espera, en su fin más puro, dar cuenta de lo que ocurrió con sujetos tan cotidianos como nosotros. La Historia es subjetiva en tanto que el relato muchas veces carga con emotividad, principalmente porque es una ciencia que estudia los fenómenos humanos, pero que a la vez es objetiva porque todos los elementos con los que se construye ese relato, con los que se da cuenta del pasado, son verificables debido a que representan a una realidad, que al igual que el retrato de un detenido desaparecido, son voces calladas, sumergidas en el dolor de la pérdida en todas sus formas, pero que si bien perdieron en el pasado, siguen estando vigentes en el presente, y es labor de cada uno ayudar a construir esa historia, no solamente desde los libros, sino que desde todos los ámbitos de la cultura y la creación humana.

Cambiar el concepto “dictadura” a “régimen” no representa una transformación de la historia, sino que un acto infantil y ridículo de aquellos que no pudieron eliminar aquello que sobrevivió al paso del tiempo, y que se fue enriqueciendo por medio de su historicidad. La fotografía permite darle valor al pasado y una significancia que nos represente a todos como sociedad. Una foto de un detenido desaparecido es la prueba factible de la brutalidad y la perversión de los intereses de un grupo de sujetos que se olvidaron de ser seres humanos, pero a la vez es un vestigio del pasado, de eso que “fue”, es un testimonio vigente en el presente, que ha sobrevivido al tiempo, y que es un elemento tan poderoso, que no se puede eliminar, en esta lucha entre los discursos que construyen a la memoria, cambiando simplemente un concepto.

sábado, 14 de enero de 2012

La guerra social de los poderosos

Estamos como sociedad insertos dentro del más grande movimiento estudiantil que ha conocido la democracia chilena, que a pesar de que en los últimos días hemos sido testigos de las bajas "lógicas" de las tomas en distintos establecimientos educacionales, las demandas siguen tan vigentes y tan claras como en el mes de Abril, cuando unos veinte mil estudiantes se reunieron en paseo Bulnes a decir ¡Basta! Creyendo, cuando estudiantes, como cada uno de los que hemos estado en alguna institución universitaria, comprometidos con las demandas de igualdad, decían a viva voz que se construiría un movimiento estudiantil que iba a ser recordado, que iba a ser histórico en su lucha y en sus demandas. Fueron miles de estudiantes los que salieron a las calles a pedir una educación gratuita y regulada por el Estado, eliminando toda posibilidad para que grupos corporativistas sigan pretendiendo que la educación sea un medio de consumo que fomente el endeudamiento de las familias chilenas. Pero la voz del corporativismo y de la falacia se ha impregnado dentro del mismo movimiento, y que lo ha hecho tambalear en muchas ocasiones. Por medio de la construcción de discursos que tienden hacia la equidad y la igualdad, ciertos grupos pretenden dislocar un movimiento único y organizado, en pos de instaurar una deslegitimación del rol de la institucionalidad dentro de la sociedad, y a la vez imponer un sistema acéfalo, que carezca de principios y que goce de una libertad falsa que elimine la verdadera libertad de decisión de los individuos, por medio de la anulación teórica y valórica del voto popular y el derecho a la organización.

Estos grupos individualistas mal entienden el concepto de libertad, proponiendo una organización fragmentada que estanque el vital proceso de democratización de nuestra sociedad, de darle mayor equidad y de potenciar la institucionalidad vigente, para que vele por cada uno de nosotros, como participantes del complejo sistema social que algunos tratan de reducir a la mera dominación. Estos grupos minoritarios, en base a la amenaza, como es de costumbre en los grupos intolerantes, promueven el miedo y la violencia desorganizada para atacar a aquellos que en verdad sueñan y desean una educación igualitaria y estatal, así como un Chile totalmente distinto, que las nuevas generaciones no hemos podido contemplar.

Hemos sido testigos de como la derecha chilena, disfrazada bajo ropajes de caridad, amor, igualdad y justicia, se ha insertado en las organizaciones de campesinos, pobladores y ahora estudiantes, entregando su mensaje de lucha y de conciencia social, así como de una solidaridad de clase mediante la desfragmentación de sus organizaciones, eliminando el derecho de elección en los espacios sociales y promoviendo el silencio de los que quieren decir algo, insertando, así mismo, la voz de los más fuertes como aquella que representa a la mayoría, disminuyendo la conciencia a la palabra de un grupo de poderosos.

La derecha adopta ropajes de anarquismo de mercado para promover la disolución de la lucha organizada de los trabajadores, de la clase media, de los estudiantes y de la sociedad en general, promoviendo la desregularización de las bases que sostienen a la sociedad para privilegiar sus objetivos económicos, deslegitimando al Estado y a cualquier organización que busque participar de él. Se llena la boca de anticomunismo, tal como lo hace el gobierno de Sebastián Piñera y su coalición por el cambio, para desmerecer el trabajo de los dirigentes que han hecho posible que el sueño de una educación gratuita y estatal pueda ser posible para todos. El anarquismo de mercado, defendido por los hijos de la burguesía, pretende liquidar la posibilidad de los estudiantes chilenos y de sus familias de gozar del derecho de estudiar en igualdad de condiciones, en una educación de calidad y garantizada por el Estado. Hablan del pueblo y de su conciencia, promueven la guerra social y destruyen, por medio de un discurso de falsa conciencia de clase, cualquier posibilidad de organización que involucre a la mayoría.