sábado, 19 de mayo de 2012

La educación se conquista con la lucha de los trabajadores y sin burocracia

El populismo es una enfermedad política que nace y se desarrolla en un ambiente en donde la falta de propuestas concretas es casi nula. Nace por una razón sencilla: la falta de credibilidad (muchas veces impuesta por los grupos dominantes) de las instituciones hace que los sujetos que busquen el poder situándose en tan malmirados espacios, generen, para lograr tal objetivo, la configuración de un discurso que en la práctica no responda a un programa en concreto, sino que a la apelación de recursos retóricos tendientes a sacrificar el contenido teórico de lo que se expresa. Es decir, la utilización de conceptos que no se logran comprender a cabalidad, o que aun comprendiéndose buscan generar una reacción de “encanto” (entiéndase este concepto por “engaño” o “persuasión”) para lograr los fines políticos que un individuo o agrupación desea obtener a costa de la utilización de los espacios de representación.

El populismo también necesita de otro elemento específico para poder desarrollarse, que sería “el entorno” en el cual se plantean estos discursos embellecidos por palabras al viento, que pueden ser de dos tipos. El primer grado de populismo se desarrolla en una sociedad en la que los participantes de ésta carecen de una conciencia política que los incentive a participar en instancias de elecciones de representantes, producto principalmente del exacerbado individualismo (derivadas de causas difíciles de plantear en estas líneas). Lo importante es que en este ambiente el populismo logra atraer a la masa utilizando todos los recursos y mímesis disponibles para llevar a cabo el objetivo único: “el poder por el poder”. En algunos casos  muestra una faceta mesiánica, en otras puede ser “integradora” (llamando a las grandes mayorías) y en otras puede apelar a una lógica empresarial y neoliberal, haciendo un estudio de mercado en cuanto a las preferencias políticas de la masa, adaptando un discurso que pueda generar impacto de acuerdo al pensamiento mayoritario, radicalizándolo para venderlo de mejor manera y así obtener las ganancias políticas que tanto anhelan.

El populismo, cuando apela a un discurso centrado en la “ideología”, sin siquiera haber participado en su construcción política ni mucho menos teórica, es que redunda en fallas conceptuales que son fáciles de distinguir, que saltan a la vista al igual que sus básicos pero ambiciosos proyectos megalómanos de fama efímera. Si nos centramos en analizar la frase referida al principio comprenderemos lo maravilloso pero débil que resulta ser un discurso cuando solamente se utilizan palabras bonitas.

En primer lugar, y que se supone que es el principal argumento del contenido de esta frase, es la eliminación de lo que ellos llaman “burocracia”, apelando a un sentido etimológico y despectivo de la palabra (el poder que otorga la silla o el cargo). Pero la debilidad teórica no está en esta propuesta acerca de lo que para ellos significa el concepto, sino que el contrasentido de la frase proviene de los dos elementos que la anteceden. La frase indica que el objetivo político se logra mediante la “lucha” de los “trabajadores”, siendo la burocracia el principal obstáculo para impedir que estos cambios se realicen.

Todo discurso se genera a partir de una “experiencia” que sitúa a los individuos dentro de una organización que va adquiriendo elementos simbólicos que le permiten contraponerse a un discurso dominante. Así tampoco no es mi intención hablar acerca de las estrategias que se deberían adoptar para lograr los objetivos políticos de una organización y cómo es que esas estrategias se interrelaciona con el discurso adoptado por la misma organización, ya que asumo que los que hicieron este panfleto deben conocer a la perfección, mucho mejor que yo, los “modos políticos” en los que los trabajadores van generando su programa de reivindicación y junto con ello un discurso que permita el mantenimiento de la organización. Pero la construcción discursiva no es la estrategia para llegar a los objetivos, sino que es el paso intermedio entre las transformaciones organizativas. Por lo tanto, la “lucha” a la que se apela en esta frase no es más que la estrategia que deberían adoptar los “trabajadores” para lograr alcanzar sus objetivos políticos mediante la participación en una organizacion determinada. Pero al creer que sin la “burocracia” los trabajadores, mediante la lucha (sin estrategia política), conquistarán una educación gratuita, hace que el argumento se desplome por falta de conocimientos teóricos al momento de plantear la solución al problema de fondo (conquistar la educación gratuita) por un motivo bastante sencillo por lo demás. Si la burocracia es entendida como el “poder” que se le da a cualquier organización para llevar a cabo sus estrategias políticas, la supresión de esta cualidad anularía de cuajo toda posibilidad de transformación política dentro de las organizaciones, puesto que éstas se constituyen por representantes que adquieren poder por el “cargo” que poseen, siendo su principal objetivo llevar a cabo las reivindicaciones de cualquier tipo planteadas por la masa a la que representan, por lo tanto la organización sin nadie que la presida no se constituye como tal, así como también se mantendría en una marginalidad en donde difícilmente podrían conseguir los objetivos que se propusieran como "clase".

La educación es una de las tantas instituciones burócratas que el aparato estatal ha mantenido a lo largo del tiempo para reproducir un discurso, la que no puede eliminar solamente con la “lucha” acéfala de los trabajadores, sino más bien con la inserción de éstos dentro de un sistema de dominación, que deriva, principalmente, en su inserción dentro de un sistema de relaciones económicas que da pie para que la organización se constituya, mediante estrategias que apelen a la realidad y no a simbolismos que solo permiten generar un diagnóstico. Por lo tanto, las organizaciones que se construyen durante el proceso de asimilación del sistema de dominación y su posterior contrariedad es lo que permite generar una movilidad de la organización y la generación de un discurso centrado en las transformaciones estructurales del sistema que domina a los trabajadores.

No es posible, por lo tanto, entender la “conquista” de la educación por parte de los trabajadores sin una organización “burocrática” que genere un discurso inconsciente por medio de la experiencia dentro del sistema de dominación. Así mismo, está comprobado que ningún grupo actuando desde la marginalidad del sistema logra generar un discurso centrado en la clase que les permita construir un programa político de reivindicación. Hablar de la destrucción de la burocracia como espacio para el “poder” es caer en la contradicción teórica en cuanto al objetivo político de una organización, sobre todo cuando ésta se plantea transformar una institución que está, o debería estar, sujeta al Estado.

Por ende, la organización política que nazca de los núcleos obreros no tiene que tener como objetivo político algo tan abstracto como el “conquistar la educación gratuita”, sino que debe tener, mediante las estrategias que los insertan dentro del sistema de dominación, un objetivo mayor como es el hacerse con el poder para transformar la institucionalidad aunque esta siga perviviendo. El populismo tiene arranques de locura y de falacia teórica cuando quiere hacerse con el poder participando dentro de la “burocracia” (Estado, sindicato, federación, etc.) sin un programa político que justifique el por qué de participar de la burocracia organizativa si en el discurso se le critica y despotrica.