El populismo es una
enfermedad política que nace y se desarrolla en un ambiente en donde la falta
de propuestas concretas es casi nula. Nace por una razón sencilla: la falta de
credibilidad (muchas veces impuesta por los grupos dominantes) de las instituciones
hace que los sujetos que busquen el poder situándose en tan malmirados
espacios, generen, para lograr tal objetivo, la configuración de un discurso
que en la práctica no responda a un programa en concreto, sino que a la
apelación de recursos retóricos tendientes a sacrificar el contenido teórico de
lo que se expresa. Es decir, la utilización de conceptos que no se logran
comprender a cabalidad, o que aun comprendiéndose buscan generar una reacción
de “encanto” (entiéndase este concepto por “engaño” o “persuasión”) para lograr
los fines políticos que un individuo o agrupación desea obtener a costa de la
utilización de los espacios de representación.
El populismo también
necesita de otro elemento específico para poder desarrollarse, que sería “el
entorno” en el cual se plantean estos discursos embellecidos por palabras al
viento, que pueden ser de dos tipos. El primer grado de populismo se desarrolla
en una sociedad en la que los participantes de ésta carecen de una conciencia
política que los incentive a participar en instancias de elecciones de
representantes, producto principalmente del exacerbado individualismo
(derivadas de causas difíciles de plantear en estas líneas). Lo importante es
que en este ambiente el populismo logra atraer a la masa utilizando todos los
recursos y mímesis disponibles para llevar a cabo el objetivo único: “el poder
por el poder”. En algunos casos muestra una faceta mesiánica, en otras
puede ser “integradora” (llamando a las grandes mayorías) y en otras puede
apelar a una lógica empresarial y neoliberal, haciendo un estudio de mercado en
cuanto a las preferencias políticas de la masa, adaptando un discurso que pueda
generar impacto de acuerdo al pensamiento mayoritario, radicalizándolo para
venderlo de mejor manera y así obtener las ganancias políticas que tanto
anhelan.
El populismo, cuando apela a un discurso centrado en la “ideología”, sin siquiera haber participado en su construcción política ni mucho menos teórica, es que redunda en fallas conceptuales que son fáciles de distinguir, que saltan a la vista al igual que sus básicos pero ambiciosos proyectos megalómanos de fama efímera. Si nos centramos en analizar la frase referida al principio comprenderemos lo maravilloso pero débil que resulta ser un discurso cuando solamente se utilizan palabras bonitas.
En primer lugar, y que
se supone que es el principal argumento del contenido de esta frase, es la
eliminación de lo que ellos llaman “burocracia”, apelando a un sentido
etimológico y despectivo de la palabra (el poder que otorga la silla o el
cargo). Pero la debilidad teórica no está en esta propuesta acerca de lo que
para ellos significa el concepto, sino que el contrasentido de la frase
proviene de los dos elementos que la anteceden. La frase indica que el objetivo
político se logra mediante la “lucha” de los “trabajadores”, siendo la
burocracia el principal obstáculo para impedir que estos cambios se realicen.
Todo
discurso se
genera a partir de una “experiencia” que sitúa a los individuos dentro
de una
organización que va adquiriendo elementos simbólicos que le permiten
contraponerse a un discurso dominante. Así tampoco no es mi intención
hablar acerca de las estrategias que se deberían adoptar para lograr los
objetivos políticos de una organización y cómo es que esas estrategias
se interrelaciona con el discurso adoptado por la misma organización, ya
que asumo que los que hicieron este panfleto deben conocer a la
perfección,
mucho mejor que yo, los “modos políticos” en los que los trabajadores
van
generando su programa de reivindicación y junto con ello un discurso que
permita el mantenimiento de la organización. Pero la construcción
discursiva no
es la estrategia para llegar a los objetivos, sino que es el paso
intermedio
entre las transformaciones organizativas. Por lo tanto, la “lucha” a la
que se
apela en esta frase no es más que la estrategia que deberían adoptar los
“trabajadores” para lograr alcanzar sus objetivos políticos mediante la
participación en una organizacion determinada. Pero al creer que sin la
“burocracia” los trabajadores, mediante la lucha (sin estrategia
política),
conquistarán una educación gratuita, hace que el argumento se desplome
por
falta de conocimientos teóricos al momento de plantear la solución al
problema
de fondo (conquistar la educación gratuita) por un motivo bastante
sencillo por
lo demás. Si la burocracia es entendida como el “poder” que se le da a
cualquier organización para llevar a cabo sus estrategias políticas, la
supresión de esta cualidad anularía de cuajo toda posibilidad de
transformación
política dentro de las organizaciones, puesto que éstas se constituyen
por
representantes que adquieren poder por el “cargo” que poseen, siendo su
principal objetivo llevar a cabo las reivindicaciones de cualquier tipo
planteadas por la masa a la que representan, por lo tanto la
organización sin
nadie que la presida no se constituye como tal, así como también se
mantendría
en una marginalidad en donde difícilmente podrían conseguir los
objetivos que se
propusieran como "clase".
La educación es una de
las tantas instituciones burócratas que el aparato estatal ha mantenido a lo
largo del tiempo para reproducir un discurso, la que no puede eliminar
solamente con la “lucha” acéfala de los trabajadores, sino más bien con la
inserción de éstos dentro de un sistema de dominación, que deriva,
principalmente, en su inserción dentro de un sistema de relaciones económicas
que da pie para que la organización se constituya, mediante estrategias que
apelen a la realidad y no a simbolismos que solo permiten generar un
diagnóstico. Por lo tanto, las organizaciones que se construyen durante el
proceso de asimilación del sistema de dominación y su posterior contrariedad es
lo que permite generar una movilidad de la organización y la generación de un
discurso centrado en las transformaciones estructurales del sistema que domina
a los trabajadores.
No es posible, por lo
tanto, entender la “conquista” de la educación por parte de los trabajadores
sin una organización “burocrática” que genere un discurso inconsciente por
medio de la experiencia dentro del sistema de dominación. Así mismo, está
comprobado que ningún grupo actuando desde la marginalidad del sistema logra
generar un discurso centrado en la clase que les permita construir un programa
político de reivindicación. Hablar de la destrucción de la burocracia como
espacio para el “poder” es caer en la contradicción teórica en cuanto al
objetivo político de una organización, sobre todo cuando ésta se plantea
transformar una institución que está, o debería estar, sujeta al Estado.